lunes, 29 de junio de 2020

Pandemia de tareas

          Hace varios años, en razón de la crisis económica, tuvo lugar una serie de recortes en educación en la mayor parte de comunidades autónomas. En la Comunidad de Madrid, donde soy profesor, dichos recortes fueron bastante acusados. Uno de ellos no desató entre las familias la polémica que merecía habida su importancia, probablemente porque aquellas no fueron capaces de entender las consecuencias de dicho recorte hasta que sus hijos las sufrieron en sus carnes. Dicho recorte consistió en la ampliación del plazo de sustitución de los profesores ausentes. Esto trajo consigo que algunas ausencias y bajas de profesores llegaran a tardar en cubrirse hasta 15 días (las previstas tanto como las imprevistas: viajes y actividades extraescolares previamente concertados, jubilaciones, operaciones...). Si tiene usted hijos o hijas en Secundaria y Bachillerato, habrá notado que hay días en que no han tenido la mitad de las clases. Seguramente es socorrido culpar a la proverbial desidia de nosotros, los funcionarios, pero yerra usted el tiro, en este caso piense en la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid.
          Tal vez al amable lector esto le parezca ciencia ficción, pero hubo un tiempo en que las ausencias de los profesores se cubrían al día siguiente y que daba igual el número de días de la ausencia. Importaban los alumnos, que no perdieran clase... pero las clases han ido perdiendo prestigio, y eso es lo que me permite relacionar en este artículo los recortes con la pandemia de Covid-19: el funesto concepto de "tareas sustitutorias".
          Una de las pocas cosas positivas de la pandemia que estamos sufriendo ha sido revalorizar las muy denostadas clases magistrales (o en cualquier caso las actividades presenciales, pero muchos alumnos lo que han echado de menos expresamente ha sido las explicaciones de los profesores, el que hubiera una persona experta enseñándoles directamente y resolviendo sus dudas). En gran medida esto ha sido por el precio de la conversión de clases presenciales a tareas no presenciales: la hora de clase requiere bastantes más de tareas (y de hecho una buena hora de clase requiere también muchas otras de preparación).
          Algunos profesores (no todos, ni siquiera sé si muchos), hemos grabado vídeos y empleado videoconferencias sin otro ánimo precisamente que reducir la carga de trabajo de los estudiantes durante el confinamiento: o les ayudamos a aprender lo que íbamos a enseñarles o, sin nuestra ayuda explícita, no serán capaces de aprenderlo por sí solos salvo que le dediquen una enorme cantidad de tiempo (y desde luego no compete a las familias de los alumnos sustituir a los profesores). Y si algunos hemos hecho esto es precisamente porque nos parece inconcebible que pueda haber la más mínima equivalencia entre lo que hacemos en el aula y una serie de ejercicios que pongamos a los alumnos (es cierto que esto depende también de la asignatura, en mi caso, enseñando Filosofía, es especialmente inconcebible pretender que el alumno sea el motor único de su aprendizaje y el profesor tan solo el combustible, pues se trata de contenidos completamente nuevos para aquel).
          Otros profesores (lo sé porque soy padre y lo he vivido con mis hijos), por el contrario, han decidido denostar su profesión asumiendo ese concepto acuñado por la Consejería que califiqué de funesto más arriba: "tareas sustitutorias". Creo que, para cualquier profesor que ame dar clase, dicha expresión implica algo grotesco: que una lectura, o una hoja de ejercicios, o un vídeo, pueden sustituir la presencia del docente en el aula. Pueden rellenar su hueco, cierto (y esa parece ser la única preocupación de la Consejería), de la misma forma que la plastilina puede rellenar el molde de un pastel pero no por ello será nutritiva. También es cierto que muchas veces los alumnos hacen en clase esas tareas (ven vídeos, hacen ejercicios o leen), pero siempre con la guía del profesor. Con las tareas "sustitutorias" pueden pues no perder clase si una hora de ausencia se cubre así, pero a la siguiente hora lo que estarán perdiendo ya con las tareas es el tiempo. Si las tareas merecen el apelativo de sustitutorias, propongo que al libro de la asignatura se llame también "profesor sustituto".
          No, si la suspensión de las clases presenciales nos ha enseñado algo es que un buen profesor no tiene más sustituto que otro profesor, y no habría que conformarse con que la Administración haya decidido que el valor de la profesión docente se cuenta en horas de permanencia, como si el trabajo administrativo y su valor resultante fuese equivalente al de una hora de clase a los alumnos, cuyo valor es en realidad incalculable. Cargar a los alumnos con tareas casi siempre innecesarias (no necesariamente, insisto, solo si se prolonga la ausencia, porque en ese caso no habrá forma humana de revisarlas después con los alumnos, que es lo que de verdad le saca jugo a la parte práctica de todas las asignaturas) no equivale a una clase con un sustituto, es más, no equivale a la solución tradicional para los periodos de guardia (cuando un profesor cubre la ausencia de otro): "aprovechad para hacer los deberes que tengáis para casa o estudiar un examen". Eso sí son tareas sustitutorias, porque se sustituyen a sí mismas, tan solo cambiamos el momento y el lugar de hacerlas. Pero no puede ser, porque el profesor ausente ha de cumplir con ese periodo de clase que no puede dar dejando unas tareas previstas que obligatoriamente habrán de hacer los alumnos, cuando lo realmente provechoso para ellos sería hacer los deberes pendientes o estudiar, y no emplear el tiempo en tareas a menudo creadas ad hoc de forma artificiosa para fingir que la Administración cumple con su cometido.
          Las tareas no llegan ni a sucedáneo de una clase, y a aquellos profesores que durante la pandemia se han comportado como si lo fueran (y no me refiero a los que se han visto superados por la situación, o no han sabido o podido hacerlo mejor, sino a los que han fingido que enviar correos electrónicos con las tareas del alumno para las próximas dos semanas era suficiente) no puedo sino acusarlos de colaboracionistas con la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid en su pertinaz intento de denigrar la profesión docente. Ninguna tarea sustituye a un profesor.


          P.S. Querría añadir algunos matices acerca del trabajo de los profesores durante el confinamiento. Como docente sé que nuestra labor no ha sido siempre visible, cada familia solo ha tenido acceso a una pequeña parcela de nuestro trabajo (algunos tenemos cerca de 300 alumnos entre los que repartir nuestra atención). A menudo dicho trabajo se ha centrado en alumnos con problemas, por lo que algunos alumnos que no los tenían han podido sentirse desatendidos. Estoy convencido de que en la mayoría de los casos los docentes hemos superado durante el periodo de confinamiento el número de horas de dedicación a nuestro trabajo que aparece en nuestro horario. Pero todo lo anterior no debe llevarnos a renunciar a criticar cuando no ha sido así, y una vez más quiero destacar el papel de la Consejería en este desaguisado por no imponer unos criterios comunes y delegar por completo en la buena disposición de cada profesor. O debería decir mejor en la profesionalidad de cada profesor: en el colegio de mis hijos ha habido una tutora que ha llamado por teléfono a cada alumno para corregir sus controles y que ha resuelto por WhatsApp las dudas de los padres, otra ha enviado tareas por correo electrónico cada quince días y después, algunas veces, las correcciones (¿se supondría que habemos de hacerlas los padres?). Profesionalidad, buena disposición... lo dicho más arriba mejor: respeto por la profesión.

martes, 23 de junio de 2020

El frío de los aires acondicionados

          Solo hay una cosa que confine más que la Covid-19: los aires acondicionados. Los aires acondicionados son uno de los pasos más sibilinos que jamás dio el sistema hacia una sociedad más individualista y deshumanizada.
          Lo entiendo, usted vive en Lavapiés y su supervivencia en Julio y Agosto pasa por un aparato de aire acondicionado, ¿pero a qué precio? El de aislarle para siempre de sus vecinos y perderle todo el respeto a sus conciudadanos. Usted pasará más que nunca a preocuparse tan solo de su espacio privado, un oasis del que jamás querrá salir a no ser contando con el aire acondicionado de su coche. El espacio público o compartido dejará de ser cosa suya.
        ¿Acaso desagua su lavadora en la calle? ¿Cómo hemos llegado a consentir que lo hagan los aparatos de aire acondicionado? ¿A qué se debe esa permisividad con esa flagrante privatización del espacio público? Para mí, el fresco, para todos los demás la súbita gota en la nuca, el cachetero helado. Pero jamás sabré el daño que causo, porque el aire acondicionado me condena a no volver a abrir las ventanas, a no poder, o no querer, saber qué ocurre más allá del ruido atronador de la parte de mi aparato que da precisamente a donde están los demás. Para mí, el silencio, para los demás la avioneta de Charles Lindgbergh, la sinfonía turbodiésel. Solo si un esforzado vecino del 1º llama a mi puerta me preocuparé de que su ropa nunca se seca porque una gota malaya taladra su tendedero, y tal vez ponga un tubito y un tarro de garbanzos Cidacos a modo de depósito para recoger las inmundicias de mi bienestar. Pero con ello ahondaré en otro atentado contra el espacio público, el crimen estético, y en ningún caso me plantearé corregir el otro atentado contra el espacio público, el crimen sonoro, porque solo prescindiendo de mi aparato de solaz podría enmendarlo.
          Y en este punto he de volver a hablar de la reclusión, porque el aire acondicionado no solo encierra, voluntariamente, a quien lo posee, sino que encierra contra su voluntad a quien se resiste a poseerlo. Las fachadas trufadas de centrifugadoras suspendidas en el vacío, con su runrún constante y su gotera ninja, hacen del paseo una experiencia parecida a ser invitado a la mesa de Divine en Pink Flamingos. Pero peor aún es la experiencia del patio de vecinos. Aquel que decida resistirse a la molicie y la servidumbre vital del aire acondicionado se verá condenado igualmente al encierro, pues su tradicional método de refrigeración, abrir las ventanas del patio, estará vedado. Ese heroico vecino estará condenado a la fealdad de los aparatos ajenos, a sus gotas rebotando en su alfeizar como un tic-tac infernal y al ruido de motores de una parrilla de Fórmula 1. Cerrar la ventana y asarse, no quedará otra. El aire acondicionado se impone, no por las circunstancias, sino por los circundantes.
          "Aconcicionado", la palabra misma sugiere el horror de esa felicidad pequeñoburguesa, los animales en los zoos viven en jaulas "acondicionadas". Los entornos acondicionados son aquellos desprovistos de su naturaleza real, controlados, medidos, domesticados. "Acondicionado" recuerda sospechosamente a "acolchado". Brrrr, me dan escalofríos de pensarlo.

jueves, 14 de junio de 2018

No soy un aliado, no estoy haciendo mansplaining y esto no son male tears

AVISO: absténgase machirulos, son el enemigo, esta entrada no les da la razón

Soy feminista. Mis creencias, deseos y acciones lo demuestran. Nadie puede decirme que no lo soy salvo que constate que mis creencias, mis deseos y mis acciones demuestren que no lo soy. Soy un varón en un sistema patriarcal, nadie puede dudarlo, así que posiblemente tendré creencias y deseos sexistas, y puede que cometa actos sexistas también, contra mi voluntad, contras mis creencias y deseos fundamentales, como excepción al patrón normal de mis acciones. Sí, lo sé, no es imposible que de cuando en cuando tenga comportamientos machistas. Son la excepción luego no me definen. Lo que hago ahora no es mansplaining (salvo que se pretenda que lo hago necesariamente solo por ser un varón explicando algo, lo cual es un ad hominem inaceptable), pero tiendo (o he tendido, pues me esfuerzo por cambiar) a hacerlo. Creo que es un comportamiento machista y que no debo tenerlo, me resisto a hacer mansplaining (me cuesta, pues tengo tendencia al “explaining” en general, soy profesor, es deformación profesional). Pero no, cada vez que un varón habla de feminismo con una mujer no es forzosamente un caso de mansplaining, es una discusión entre feministas de distinto sexo, nada más.
 Soy feminista porque defiendo la igualdad efectiva entre hombres y mujeres, ejerzo dicha igualdad en mi vida diaria, denuncio los prejuicios sexistas, conozco el pensamiento feminista y coincido con sus supuestos fundamentales (muy breve y concisamente: la existencia de un sistema patriarcal que atribuye unos determinados roles de género a cada sexo otorgando al género femenino, y así a las mujeres, un papel de subordinación al varón). También, trato de divulgar el feminismo desde este blog: https://elninoquejuegaalosdados.blogspot.com.es/search/label/Feminismo
¿Qué no soy? No soy una mujer, así que no puedo decir #MeToo, no soy víctima, pertenezco al bando de los opresores (pero eso no me convierte en opresor), no lucho por mis derechos (aunque el sistema patriarcal imponga un rol de género a los varones que no me guste, no deja de ser el rol que conlleva privilegios) sino por derechos ajenos, no puedo ni debo liderar esa lucha, no puedo tener voz como mujer, pues no lo soy. Convengo en que soy un aliado en la lucha por la igualdad, en el movimiento de las mujeres por la igualdad, pero no soy un aliado feminista. Soy feminista a secas, y varón.
No, cuando critico la teoría (o el artículo, o la ponencia) de una mujer dentro del feminismo no hago mansplaining. No cuando hablo de feminismo no hago mansplaining. Soy el profesor de la asignatura de Valores Éticos de mi instituto, es mi obligación hablar de feminismo a los alumnos. Tengo cromosomas y caracteres sexuales masculinos, pero he estudiado pensamiento feminista en la carrera, participé en la fundación de un grupo de estudios feministas en la facultad, acudo a manifestaciones del 8 de Marzo desde hace ya hace veinte años (os aseguro que entonces éramos bastante menos que ahora), y he leído y estudiado con devoción a Mary Wollstonecraft, Simone de Beauvoir, Betty Friedan y tantas otras pensadoras fundamentales (eso tampoco me convierte en autoridad, no es mi especialidad en el campo de la filosofía). También he leído (y escuchado) a grandes feministas españolas como Amelia Valcárcel y Celia Amorós. De esta última asumo la crítica a algunas posturas feministas desde otras posturas feministas, porque si critico el feminismo de la diferencia (o algunos aspectos del mismo) no es desde el machismo, es desde el feminismo de la igualdad. Si disiento del invento postmoderno del “falogocentrismo” es porque creo que precisamente el logocentrismo es nuestra única oportunidad para acabar con el falocentrismo. Critico ciertas ideas de la tercera ola porque beben de filósofos postmodernos a los que ataco fuera del feminismo por sus ideas en general. Parte de la teoría queer bebe de Derrida, difícilmente podré comulgar con dicha parte si critico en general la deconstrucción. A su vez, si critico aspectos del marxismo es lógico que critique el feminismo marxista, pero dicha crítica no viene desde el machismo, sino desde el feminismo liberal. Y no, no todo feminismo es necesariamente anticapitalista o tendríamos que expulsar del feminismo a una gran parte de sus teóricas fundamentales (aunque de hecho a algunas teóricas feministas se les acaba la sororidad cuando se trata de mujeres de derechas); y no, no todo liberalismo es neoliberalismo o liberalismo económico, Olympe de Gouges y Mary Wollstonecraft eran fundamentalmente liberales.
Tal vez soy un fósil de la segunda ola arrollado por la tercera, o algo peor, un partidario del feminismo de corte ilustrado. Pero creo que mi tarea es resistirme a que dentro del pensamiento feminista (otra cosa es dentro del activismo) pese otra cosa que los argumentos, pese quién los esgrime y sus cromosomas sexuales. Y no, esto no son male tears, sencillamente como feminista no me resigno a “callar y escuchar” como me recetó en su día la dueña del feminismo en Twitter, precisamente porque no soy capaz de permitir que el feminismo deje de ser un pensamiento vivo, una filosofía activa, una teoría crítica y se convierta en el dogma de algunas personas solo para unas pocas personas. Cuantos más seamos, más cerca estará la igualdad, y eso es lo que queremos, en nuestros hogares, en nuestros trabajos, en nuestros gobiernos, en nuestras calles.


viernes, 27 de abril de 2018

Reflexiones en torno a la sentencia a "la manada"

         En primer lugar he de ser honesto, y reconocer que me falta el conocimiento técnico necesario para permitirme hablar con autoridad sobre cuestiones de derecho, no obstante la ley y su aplicación se basan entre otras cosas en principios racionales y razonables, accesibles pues a cualquier persona racional y razonable. Tanto es así, que el legislador puede ser cualquier persona, no así el juez. Por tanto, en ningún caso voy a tratar de ponerme en el lugar de este último, sino del primero.
          Con la sentencia a la "manada", muchos (si no todos los que somos legos en derecho procesal), hemos descubierto que existe una diferencia (insuficientemente justificada, trataré de mostrar) dentro de las violaciones: existen aquellas que se consideran abuso sexual y aquellas que se denominan agresión sexual.  El abuso sexual solo implica una práctica sexual sin consentimiento libre y sin violencia o intimidación (no necesarias en estos casos por estar la víctima en estado de embriaguez, ser menor, etc... por no tener pleno uso de sus facultades). Por otra parte la agresión sexual consistiría en una práctica sexual no consentida en que media violencia o intimidación, entendiendo por violencia el uso de fuerza y por intimidación la amenaza. Leído el relato de los hechos que aparece en la sentencia, parece difícil argumentar que no existió intimidación, pues las propias circunstancias en que tuvo lugar (un lugar cerrado y aislado, con una superioridad numérica y física palmaria, diferencia de edad, ninguna muestra de interés por el bienestar de la víctima) son intimidatorias. No puede pretenderse que solo si existe una amenaza explícita (verbal o por la presencia de un elemento intimidatorio como una navaja) tenga lugar intimidación, pero eso parece desprenderse del veredicto de "abuso sexual". Me gustaría a este respecto recordar aquí la "mansedumbre" con que según Hannah Arendt las víctimas del Holocausto se habían dejado conducir a la muerte y confío en que dicho ejemplo haga entender que la intimidación es algo más que amenazas explícitas o golpear a alguien en el hombro con la culata del fusil, el contexto mismo de unos acontecimientos y una serie de códigos implícitos intimidan. Cuando estamos intimidados reaccionamos con esa mansedumbre abandonándonos, el temor nos priva de nuestra voluntad.
          Dicho esto, considero razonable cambiar el código penal para eliminar esta diferencia, pues existen muchas formas y grados de violencia o de agresión, y la diferencia recogida por la ley actual es más escolástica que práctica, siendo lo fundamental el hecho de que un sujeto actúe coaccionado o no, bien porque dicho sujeto no está en el pleno uso de sus facultades, bien porque la situación le impide tomar decisiones pues es intimidatoria por su propio contexto o bien porque hay una amenaza expresa verbal o física. La violencia en ocasiones es implícita porque no es necesario hacerla explícita, los sobreentendidos y su efecto sobre las acciones de víctima son suficientes para coaccionarla, y por ello no creo que la agresión física haya de ser parte de los criterios que permitan distinguir entre una violación más grave y otra menos grave, y así no tiene sentido establecer distinción alguna entre abuso sexual y agresión sexual, la violación es un tipo de agresión específico. Otra cosa es que la agresión física o la intimidación mediante el uso de la fuerza, del daño físico y no solo moral, puedan ser tenidas como agravantes. De esta forma, sugiero que todo abuso sexual sea tenido por agresión sexual, y una cuestión distinta sea dilucidar si además esta se produjo o no con el agravante de violencia. Este es mi mensaje para el legislador.

          Naturalmente puedo equivocarme y he de decir que la sentencia misma no es lo que más me aterra de todo este asunto (me sorprende e indigna, no me aterra). Es probable que los culpables merecieran un castigo más severo, me cuesta dictaminar algo así sin saber cuáles son las penas por otros muchos delitos, solo eso me permitiría medir su proporcionalidad. En principio diría que me resulta insuficiente pena sabiendo que probablemente esta no será cumplida íntegramente, pero no obstante quiero insistir en que la versión de la víctima ha sido creída y que los culpables van a ser castigados, y esto es una buena noticia, la discusión está en el tipo penal (algo que, por cierto, me sorprende que políticos que llevan legislando durante años juzguen ahora un despropósito y no se tengan a sí mismos por los valedores de dicho despropósito).

          ¿Y si no es la sentencia misma qué es lo que más me aterra? El voto particular, el concepto de "veredicto social" y la propia manada.

          La verdad es que, tras leer parte de la sentencia me resulta incomprensible que uno de los jueces considere que los culpables han de ser absueltos. Solo se me ocurre que sea por un garantismo muy escrupuloso, pero dado lo que los jueces mismos han considerado hechos probados me resulta incomprensible. Y sí, que así sea me resulta aterrador, pues me obliga a buscar explicaciones alternativas, y todas entran en el rango del sesgo particular del juez, de sus prejuicios, y por tanto de la arbitrariedad que es uno de los máximos males de la justicia (es, de hecho, la injusticia misma).1

          Pero otro de esos grandes males es la justicia popular, de la opinión mayoritaria, del sentir del momento por parte del pueblo, en fin, de lo que he visto llamar desde ayer "veredicto social". Juzgar a base de "veredictos sociales" sería también lo contrario a la justicia. Me reconforta pensar que lo que la sociedad piensa mayoritariamente acerca de actuaciones como las de la manada ha cambiado, pero durante años la sociedad fue condescendiente con los agresores y tendió a culpabilizar a las víctimas ("guarras que iban provocando"), ese era el "veredicto social" antaño. Si hemos mejorado es precisamente porque hemos escapado al veredicto social, al estado de naturaleza hobbesiano, hemos delegado como pueblo la administración de la justicia a cambio de una imparcialidad de la que la sociedad como un presunto todo es obviamente incapaz. Entiendo a aquellas personas que protestan y persiguen un cambio legislativo (pero habrá de ser conforme a razones, no a intuiciones o sentimientos), lo mismo hago yo, pero aquellas otras que establecen un juicio paralelo y pretenden coaccionar a los jueces me aterran, pues siguen el mismo criterio de justicia que quienes fueron a aporrear la puerta de la comisaría para linchar a la asesina de un niño en Almería. El "veredicto social" es la ausencia de veredicto, es el que acabó condenando a Dolores Vázquez por el caso Wanninkhof  o defiende la pena de muerte cada vez que nos enfrentamos a un asesinato horrible. En resumen, "veredicto social" significa "aquello que la opinión pública tenga por intolerable" (o peor "lo que a mí y los míos nos parezca intolerable")... y no olvidemos que al final dicha opinión depende de lobbies de presión y de grandes medios de comunicación. Me aterra que haya quien piense que deberían ser ellos quienes juzguen.

          Pero al fin, lo que más me aterra de todo esto es la propia manada. Me resulta aterrador que existan personas así, capaces de considerar que realmente una mujer pueda querer voluntariamente ser penetrada en quince minutos por todos sus orificios en un portal de una casa por cinco completos desconocidos, que lo mismo eyaculen dentro que fuera de ella (como si eso no pudiera tener unas consecuencias dramáticas), y que la dejen tirada desnuda sin mediar palabra, y que al día siguiente al detenerles realmente no den crédito.2 Me inquieta que existan violadores, pero me aterra que los violadores no se tengan a sí mismos por tales, ni sus novias. ¿Qué película se han montado esas mujeres en sus cabezas? ¿Que ellos son muy machos y no pueden controlarse, y que si llega una chica provocando... pues hay que comprenderlo, ellos no son dueños de su voluntad? Pero aunque me resulte incomprensible no sería justo poner el acento en esas mujeres, sino en ellos. Son depredadores sexuales, seguían un plan, era su forma de divertirse, salían de fiesta a cazar en manada, literalmente. Me aterra que pueda existir una disonancia cognitiva tan grande como para que puedan no sentir arrepentimiento y reconocer su culpa, para que se tengan por inocentes injustamente detenidos.
          Quiero recordarlo: dejaron a una chica sola, desnuda, menor que ellos, recién penetrada por todas partes, desconocida, a la que habían grabado, a la que robaron el móvil, tirada en un portal de un edificio cualquiera, abandonada a su suerte y sin mediar palabra. ¿Y consideran que no hicieron nada malo? Redujeron a una persona a la categoría de objeto sexual, ¿y consideran que eso es una forma de diversión legítima? Que existan personas que piensen y sientan así es lo realmente aterrador de todo esto. Lo pienso también como padre y como educador. ¿Qué hacemos mal? ¿Cómo podemos criar a chicos que consideren que realmente una mujer es digna de ese trato? Repito, que existan personas así es lo que me aterra. Pero por eso y a pesar de todo en principio siento más alivio que indignación con la sentencia, porque al menos no han quedado impunes, y porque al menos por un tiempo hay cinco monstruos menos por nuestras calles.


1. Cuando escribí esta entrada solo había leído la parte de la sentencia "hechos probados". Más tarde leí los argumentos del voto particular y he de decir que mis sospechas de arbitrariedad están infundadas. Frases sacadas de contexto justifican las sospechas, pero aun cuando las interpretaciones de algunos hechos que aparecen interpretados de otra forma entre los "hechos probados" de la sentencia resulten chocantes, hay que reconocer que el juez se basa en interpretaciones de los peritos que peritaron los propios vídeos. También, el juez alega que el cambio de la acusación de agresión sexual a abuso sexual después de la instrucción del caso produce indefensión en los acusados por la imposibilidad de la defensa de reelaborar su estrategia, y esto también parece razonable, quienes aducen que esto sería un mero fomalismo no entiende que precisamente la justicia es un formalismo, esto es, un mecanismo que obedece a ciertos principios formales que existen tan solo para garantizar la imparcialidad y el respeto a los derechos básicos de los implicados. En fin, no puedo decir, y no creo, que el voto particular sea el punto de vista correcto (incluye una larga introducción en que hace un metajuicio sobre la influencia de los medios y la presión social que suena a excusatio non petita), pero es injusto decir que es arbitrario. No modifico el texto de la entrada porque considero que no sería honesto, esta entrada expone mi parecer en las circunstancias en que fue escrita.
          
2. No pretendo juzgar a ninguna mujer que voluntariamente quiera tener una experiencia sexual como la descrita, es perfectamente posible y legítimo, no pretendo hacer un juicio sobre hábitos sexuales, solo faltaría. Me aterra el hecho de que algunos varones presupongan por defecto que lo más plausible es que cualquier mujer esté predispuesta a ello, que no sea necesario tener la más mínima consideración, reevaluar las circunstancias, tomar el en cuenta el grado de intoxicación etílica de dicha persona o su vulnerabilidad relativa en una situación semejante. Cierto sector del feminismo lo ha llamado falta de empatía (y concluye que el sexo sin empatía es violación, algo con lo que no puedo estar más en desacuerdo), yo lo llamo sencillamente falta de respeto (esto es, de atención a la dignidad del otro).




martes, 6 de marzo de 2018

8 de Marzo, de cómo me convencí de que una huelga feminista es una buena idea

8marzo-huelga-feminista

          Lo reconozco, tenía (y tengo) mis dudas sobre la huelga feminista del 8 de marzo. No sobre la necesidad de celebrar el 8 de marzo y convertirlo en una jornada de visibilización y reivindicación, sino sobre la huelga como instrumento a ese fin.
          En principio una huelga es un mecanismo de presión para forzar un cambio, dicha presión se ejerce perjudicando directa o indirectamente (se detiene la producción) a aquel que puede hacer posible ese cambio (el empresario) aún a costa de un sacrificio (se deja de percibir el salario de los días de huelga). En este caso no está claro quién podría cambiar la situación (es demasiado optimista pensar que pueda resolverse a golpe de legislación) y hasta qué punto la huelga le incitaría a hacerlo (¿el marido machista dejará de serlo porque haga huelga de cuidados su esposa un día, el empresario que discrimina dejará de hacerlo porque un día se ausenten las mujeres de su empresa?). ¿Realmente ayuda esta huelga a la causa feminista? ¿No es una manifestación lo propio de una jornada de visibilización y reivindicación?
          A estos reparos se le unía el miedo a que, como viene ocurriendo con el feminismo en algunas redes sociales como Twitter, el evento fuese capitalizado por una única corriente del feminismo que excluyera a las demás, y lo que es o debería ser un acto de reivindicación transversal (porque en una jornada así la sororidad debería ser prioritaria) se convirtiera en un acto en que se impusiera una perspectiva ideológica (porque el feminismo no es, como pretenden sus detractores, "ideología" de género). Un manifiesto confirmó mis peores temores, pero afortunadamente gracias a este necesario artículo supe que era eso, un manifiesto, no el manifiesto.
          Pero he vencido estas reticencias, y ahora animo a cualquier mujer que lo desee a hacer huelga el jueves. Dos cosas me han hecho cambiar, al menos en parte, de opinión.
          Por una parte pienso en el oscuro y lejano 8 de marzo, hace más de veinte años, en que yo estudiaba lo que ahora se llama 2º de Bachillerato y acudía a la manifestación del Día de la Mujer Trabajadora. Éramos tres alumnos de todo el centro, por supuesto yo el único varón. También fue exigua la afluencia de compañeros durante mi carrera, ¡y éramos estudiantes de filosofía!. Y pienso ahora en la cantidad de alumnas que van a hacer huelga el jueves de los grupos de 2º de Bachillerato de los que soy profesor: la mayoría. Si la huelga ha sido capaz de lograr esa movilización, bienvenida sea.
          La segunda son los haters de la huelga, los argumentos de los machirulos contra la misma me han acabado de convencer de sus bondades, si tanto escuece, igual no es solo un caso más de política simulacro como podría uno temer por tratarse de una huelga que no aspira sino a visibilizar. Pero me llama especialmente la atención el argumento para no hacerla no de un machirulo, sino de la Presidenta de mi comunidad Cristina Cifuentes. Dice que hará huelga a la japonesa. Tiene gracia, porque no lo hará. Si tengo remilgos hacia la huelga feminista porque no se ajusta con exactitud al concepto de paro laboral, no hablemos ya de lo que propone la Presidenta de la Comunidad. En una huelga a la japonesa trabajar más perjudica a la empresa que se quiere presionar porque implica sobreproducción, y por tanto pérdidas en tanto el mercado no es capaz de asumir el exceso de oferta. Trabajar más por trabajar más, un día, no es hacer huelga a la japonesa, es, a lo peor, ser un esquirol. Porque puestos a ser puntillosos con las definiciones, el esquirol no es aquel que legítimamente decide no secundar una huelga, sino el que la sabotea, y trabajar por los que no vayan a estar es precisamente eso.
          Mis razones tal vez no son muy sólidas, parecen más bien circunstanciales. Y sí he leído argumentos sólidos no en contra de la huelga, pero sí contra uno de sus principales motivos pues, dado que se trata del Día de la Mujer Trabajadora y que lo que hay convocado es un paro laboral y de cuidados, parece que el centro de la reivindicación es la brecha salarial entre hombres y mujeres. A este respecto hay estudios que desmienten que exista tal brecha salarial entendida como discriminación, esto es, como "igual trabajo, distinto sueldo". La brecha salarial correspondería a la media de los salarios de los varones y la media de los salarios de las mujeres, lo que no implica "igual trabajo". Así, más bien la brecha salarial se debería principalmente a dos factores:
          A su vez, hay quien defiende que, aunque obviamente no puede asimilarse el sexo al género, que este es un constructo social, y que por lo tanto el sexo no predetermina la forma de vida, no obstante sí hay predisposiciones biológicas que explican estos sesgos.
          Bien, aun cuando concediera todo esto a quienes pretenden restarle importancia a la brecha salarial esta seguiría sin estar justificada, pues aún deberíamos preguntarnos por qué vivimos en una sociedad en que precisamente las predisposiciones del varón serían lucrativas y no las de la mujer ¿Por qué vivimos en una sociedad en que están mejor pagados los empleos relacionados con la tecnociencia y las mercancías que aquellos relacionados con el cuidado y las personas? ¿Qué justifica que aquellas mujeres que decidan ocuparse del cuidado de los hijos y hacer un hiato en su carrera profesional no puedan reincorporarse después a sus empleos sin trabas, recibiendo el justo premio por su fundamental contribución a la sociedad? La respuesta es el patriarcado, los varones hemos creado el mundo a nuestra medida, nos hemos asegurado de que sean los talentos asociados a la masculinidad los que sean más rentables.

          Si deseamos un cambio, tal vez empezar por una huelga global de mujeres el 8 de Marzo no sea tan mala idea como me había parecido en un principio.

viernes, 15 de diciembre de 2017

The last Jedi: Luke, Rey, Ben Solo.

          Lo primero es dar la medida del tipo de espectador de Star Wars que soy: tenía lágrimas en los ojos al leer "Luke Skywalker" y "Leia Organa" en los títulos iniciales.

          Resulta extraño, Los últimos Jedi es una película que me ha emocionado intensamente pero que no ha hecho que salga del cine entusiasmado, sin duda es una película irregular y juraría que su principal problema es su metraje, es una gran película de Star Wars pero por momentos se hace larga, luego algo falla.


          Vaya por delante que me ha gustado mucho, pero diría que en conjunto es una película inferior a El despertar de la fuerza (pero superior a las precuelas, o si acaso cerca de La venganza de los Sith), y eso a pesar de regalarnos escenas épicas. Hay que agradecerle de entrada que sea original y no un plagio como la anterior (al principio parece que lo va a ser, pues una vez más comenzamos con una evacuación de una base rebelde, pero no, y otro tanto ocurre al final, pues parece que se va a repetir la batalla de Hoth, pero no), sus defectos no son los de su predecesora, muy al contrario aquella era una película redonda pero en gran medida un déjà-vu, esta está llena de incertidumbres y giros (más o menos) inesperados, pero se le ven las costuras.
          Hay básicamente tres líneas argumentales: la que relata las vicisitudes de los Jedi (Luke, Rey y sus antagonistas Snoke y Kylo Ren), la que relata los esfuerzos de los últimos reductos de la resistencia por sobrevivir y la que relata las peripecias de Finn y la rebelde Rose Tico. Dado que la película resulta larga, habría que cortar en algunas de estas historias o tal vez en todas.

          Esta segunda posibilidad es inaceptable, nada puede cortarse de la primera línea argumental pues solo una cosa flojea en ella: los bochornosos efectos digitales que dan vida al líder supremo Snoke. Pero todo lo demás es fantástico, empezando por unas actuaciones sublimes (no a menudo puede decirse esto en Star Wars) de Daisy Ridley, Adam Driver y Mark Hamill. La evolución de sus personajes a lo largo de la película es apasionante, es el verdadero motor de la trama: The last Jedi son sobretodo Luke, Rey y Kylo Ren. Es especialmente interesante el devenir de Kylo Ren, más Ben Solo que nunca pues, para bien y para mal, aparece humano, demasiado humano (perdón por el préstamo Nietzscheano). Adam Driver es lo que Hayden Cristensen (por demérito suyo o del guión, o de ambos) nunca pudo ser. Kylo Ren no será el mejor villano de Star Wars, pero esta película lo convierte sin duda en el más interesante, alguien a quien esquizofrénicamente odiar y compadecer a partes iguales. Y eso precisamente le ocurre a Rey, con quien es imposible identificarse más, sus dudas son las nuestras, sus esperanzas, sus miedos, su ingenuidad. En cuanto a Luke, la película juega con nosotros, dejándonos sospechar que Luke pueda haber dejado de ser el que conocimos y admiramos... pero Yoda lo rescata de su pozo de desesperanza demostrándonos que hay sabiduría para la que todo lo que sea vivir menos de ochocientos años no es suficiente. Y Luke... acaba siendo el mito que es. Muchas decisiones equivocadas podían tomarse para el clímax final, especialmente la de convertirlo en un superhéroe de Marvel, afortunadamente no es así. Gran y digno final para Luke, como digo, a la altura del mito.

         ¿Qué decir de las andanzas de Poe y la resistencia? El inicio de la película es espectacular, Poe es un piloto apasionado y apasionante, y la desesperada huida de la resistencia es angustiosa, por lo menos hasta el momento en que la película decide abrir su tercer hilo argumental. En ese momento la aparición holográfica de Maz Kanata es inverosímil y anticlimática, y el plan que entonces se pergeña de repente dilata el tiempo (en principio no de la acción, aunque también, pero de la película sin duda) de forma que la cuenta atrás para el fin de la resistencia se prolonga perdiendo el suspense inicial.
           También es interesante en esta parte la evolución de Poe, si Luke es el mentor de Rey, Leia lo es de Poe, y gracias a ella aprende que hay ocasiones en que hay que retirarse, aprende qué es el liderazgo, la responsabilidad y que puede ser más difícil disponer de las vidas de otros que de la propia. Lo que la guerra supone, nihilismo, esfuerzo, idealismo, dolor, heroísmo, pasión, pérdida... nos es trasmitido por la película. Sin ir más lejos, acabamos de conocer a un personaje, la Vice Almirante Amylin Holdo, y sufrimos con su sacrificio como si fuera una vieja conocida. En Star Wars sigue habiendo maniqueísmo por la sencilla razón que el bien es el bien y el mal es el mal (fuck you postmodernity), pero no hay decisiones fáciles: los valores son claros, las acciones no. Ajustar medios a fines, sabemos por Aristóteles que en eso consiste la moral, y en The last Jedi nunca está claro dónde está la virtud, qué es lo valiente, qué lo inteligente, qué lo prudente. La línea que separa el bien del mal está clara, pero eso no convierte el arte de tomar decisiones y obrar en consecuencia en algo sencillo. Nada que reprochar tampoco, pues, a este otro tercio de la película.

          Queda una única opción, sí, Finn. Al igual que pasaba con La amenaza fantasma, que con un pequeño cambio habría mejorado mucho (que Qui Gon Jinn se hubiera quedado en la nave en Tatooine y Obi Wan hubiese llevado el peso de la acción en Mos Eisley, otro día hablamos de Jar Jar), he llegado a la conclusión de que esta película (y no es nada personal contra Finn) habría sido mejor si Finn hubiese seguido herido en una camilla toda la película o si sus peripecias hubieran sido mucho menos accidentadas. Las cosas que chirrían son de su parte de la trama, y solo una cosa me parece justificar la existencia de la misma, la frase de Rose Tico de que no luchamos para destruir lo que odiamos, sino para salvar lo que queremos. Salvo eso (que por cierto forma parte de una escena bastante ad hoc y poco verosímil, como muchas de esta subtrama), no creo que echara de menos nada de esta línea argumental en toda la película. Sí, lo sé, es muy interesante el personaje del desencriptador al que da vida Benicio del Toro, y se agradece que en ocasiones el que es cínico siga siéndolo hasta el final (los que rectifican como Han Solo abundan mucho menos de lo que las películas nos quieren hacer creer). También es genial ese "planeta Montecarlo" con aire decadente y frívolo, y su riqueza podrida sacada del tráfico de armas. Sí, pero todo esto no acaba de estar bien integrado en el resto de la película y las visicitudes de Finn y Rose Tico resultan a menudo forzadas y precipitadas... aunque sea fundamental ese anillo de la resistencia traído directamente de Casablanca.

          En conclusión, dos tercios de película magistrales, otro con muchos defectos, y de ahí, supongo, mi paradójica sensación: ver The last Jedi fue un auténtico placer... que se me hizo largo.


P.S. Un poco de "fridge logic": ¿Por qué el sable de luz que emplea Luke en su batalla holográfica no es verde, si su sable azul lo tiene Rey? Como mucho Luke, si se quedó con un sable de luz, fue con el que pudo haber rescatado de la segunda Estrella de la Muerte.

miércoles, 11 de octubre de 2017

La declaración de independencia y un poco de filosofía del lenguaje (muy) básica

          Una declaración es un tipo de acto de habla cuya dirección de ajuste es del lenguaje al mundo, de tal forma que su emisión crea un nuevo estado de cosas. Por ejemplo en "os declaro marido y mujer" las palabras mismas al ser proferidas crean una realidad nueva.
          Dicho acto de habla puede ser fallido (y por tanto no hay realmente declaración, esto es, la realidad sigue tal cual era previamente) si quien realiza la declaración no tiene la potestad de hacerlo o si la ejecución es torpe. Por ejemplo si quien dice "os declaro marido y mujer" no es un juez, o un concejal, o un capitán de un barco, o un cura... y no está en el contexto jurídico apropiado (un cura no puede ir casando por la calle a transeúntes indiscriminadamente); o si dice algo así como "os declaro Perico y el de los palotes", en cuyo caso la declaración presenta un defecto de forma que la hace estéril.
          Así, lo primero es preguntarse quién tenía autoridad (dentro de la pseudo-legitimidad de la pseudo-ley de transitoriedad) para hacer dicha declaración, si el President de la Generalitat o el Parlament.
          Si era el segundo, fin de la cuestión, se trató de una declaración fallida pues el Parlament solo puede manifestarse de una forma, votando, y no lo hizo. Si la autoridad la tenía el President entonces pasamos al siguiente problema: ¿fue la declaración formalmente válida?
          Yo estoy con Miquel Iceta... preguntándome si ha habido una declaración o no, porque si la hubo desde luego no fue clara. En este sentido cabría decir que fue una declaración fallida por defecto de forma, y eso me parece que es lo más sensato, pero da igual porque las formas hace tiempo dejaron de importar pues la ley es ante todo un formalismo y la pseudo-ley de transitoriedad establece precisamente una suerte de estado de excepción de tal manera que en el fondo tiene fuerza de ley lo que sea que diga el President, o que quiera creer que ha dicho, como es el caso.
          En resumen, creo que hubo una declaración fallida, pero como el declarante cree que sí hubo una declaración exitosa, y no hay otra autoridad legitimadora de su declaración que él mismo, pues hay que creer que sí hubo declaración de independencia.
          En cualquier caso, o hubo declaración de independencia o no la hubo, o tuvo éxito el acto de habla o no lo tuvo. La decepción de la CUP hace pensar que no, pero lo que explicaré a continuación sugiere que sí. Así que lo primero, y estoy atónito porque he de darle la razón a Rajoy, es lo siguiente: "Señor Puigdemont, por favor, tenga usted a bien explicarnos qué dijo." Porque pinta que en realidad usted no dijo nada.

          Pero la presunta declaración fue seguida de una solicitud de suspensión al Parlament, y si se pide que se suspenda algo, es que ese algo ha sido declarado. Y aquí la cosa se complica.
          Lo primero es que, si realmente hubo declaración (y solo eso daría sentido a la demanda de suspensión), entonces a quien corresponde suspenderla es al Parlament, pues es a dicha institución a la que el President dirigió su petición. Pero el hecho es que, como he dicho más arriba, el Parlament no hizo nada. Algunos miembros del Parlament hablaron, pero el Parlament como tal debate y vota, y ayer tal vez se debatió, pero no se votó. Que el Parlament tome una decisión implica llegar a un acuerdo, y un acuerdo parlamentario es una mayoría de votos. En definitiva, si dependía del Parlament suspender la declaración de independencia, entonces no está suspendida.
          Pero el caso es que el propio President pareció sugerir que había una declaración que quedaba suspensa... y eso solo es posible si él mismo hizo la declaración y a su vez la suspendió, porque insisto en que el Parlament ayer fue solo público con derecho a voz pero sin voto. Por tanto, la suspensión misma sería un acto fallido, pues de hecho habría sido llevada a cabo por quien carecía de potestad para ello. En fin, esto es lo que ocurre cuando se confunden los poderes legislativo y ejecutivo y no están claras sus funciones, que al final el poder se reduce a lo que pretendía Carl Schmitt: poder decretar el estado de excepción. Vamos, que "l'état cést lui", Puigdemont.
          Y hay algo más, ¿cómo se suspende una declaración? O bien se desautoriza a su emisor (ese juez era un impostor, no podía casarme), o la emisión (el juez nos declaró amo y esclavo), o se formula una nueva declaración que anula la anterior (esto es, cambia de nuevo el estado de cosas). Las dos primeras opciones son imposibles pues equivalen a "yo Carles Puigdemont declaro la independencia pero de hecho no porque no tengo potestad para hacerlo" o a "yo Carles Puigdemont declaro la independencia pero de hecho no porque pensé que 'independencia' significaba 'soy de Girona'". Lo que nos deja con la tercera opción: se suspende la declaración mediante una declaración que la anula (o que al menos la suspende) y... ¿dónde está esa declaración y quién la ha hecho? Un juez casa, y o bien anula el matrimonio o bien declara el divorcio. ¿Dónde están el juez y mis papeles del divorcio?

          Recapitulando, mi conclusión es la siguiente: O bien A) no hubo declaración, pues esta fue un acto fallido, o bien B) si supusiéramos que hubo declaración, entonces está activa, porque lo que no hubo en ningún caso fue suspensión. Luego está la deprimente y muy probable posibilidad C): el significado de las palabras, los hechos, la ley y la verdad importan una mierda en la política contemporánea.

          Una última cuestión. Ese documento que firmaron fue algo así como "a mí me la suda la religión, pero quiero casarme por la Iglesia que es muy bonito", vamos, un paripé, no dejes que la realidad te estropee una buena fiesta. Ya tenemos pagado el convite, la orquesta y tres horas de barra libre, así que celebremos la boda porque la ausencia del novio es un detalle sin importancia. Así que firmamos un documento sin validez jurídica ninguna (solo simbólica, eso que muchos llamaron "política" porque efectivamente han llegado a creer que la política es pura gestualidad), y así nos damos el homenaje de cantar aquí todos juntos Els segadors con los ojos llorosos remedando lo que habría ocurrido de haber ocurrido algo realmente.

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