viernes, 1 de julio de 2011

La revolución será global o no será

          El 15M es un movimiento heterogéneo y plural. Sus miembros compartimos un estado de ánimo, la indignación, y un anhelo, el de un mundo en que los ciudadanos seamos los auténticos dueños de nuestro destino.
          En lo que respecta a nuestro estado de ánimo, el 15M podrá desembocar o no en una mejora de nuestra vida política, pero es ya un éxito como revolución ética, y es que la indignación, a diferencia de otros sentimientos como la ira, el resentimiento o la vergüenza, es específicamente moral. La indignación es transferible y justificable. Hay cosas que son en sí mismas indignantes, mientras que solo serán amables, vergonzosas o repulsivas para algunos y no para otros, y esto es así porque la indignación surge ante la injusticia, y la justicia es un bien objetivo. Por ello uno no solo se indigna por un daño sufrido en carne propia, sino que puede, y debe, hacerlo por un mal ajeno, la indignación busca, incluso exige, ser compartida.
          En cuanto a aquello que el 15M persigue, insisto en que es heterogéneo, lo cual no significa que no haya propuestas concretas, ni que una gran mayoría de miembros del 15M no compartamos unas cuantas de esas propuestas, sino que obviamente no hay unanimidad. Sí creo que la hay respecto al anhelo antes mencionado, que considero está resumido en el lema que presidió la manifestación del 15M: "Democracia real ya: no somos mercancía en manos de políticos y banqueros". Ciertamente este lema puede ser interpretado de diversas formas, pero subraya en cualquier caso la necesidad de que los ciudadanos sean autónomos, se den a sí mismos la ley, y no heterónomos y por tanto sean fuerzas externas quienes decidan por ellos.  Dicho lema no supone necesariamente, y en mi lectura personal no lo hace en absoluto, una enmienda a la democracia representativa en su totalidad, sino al estado actual de la democracia representativa, en que la participación ciudadana es tan limitada que en ocasiones los ciudadanos llegamos a sentirnos más bien súbditos pero con un mínimo derecho a la pataleta.

          Bien, ese lema que considero el pegamento del 15M es un gran eslógan porque aúna muchas sensibilidades diferentes, pero tiene una indefinición esencial que lo hace muy ambiguo: ¿A quién se refiere ese "somos"? ¿A los ciudadanos españoles, europeos o a los ciudadanos del mundo?
          En Islandia su revolución claramente se centró en el plano local, las medidas tomadas son de carácter más bien autárquico. En la revuelta del 15M, en cambio, se mezclan lo local y lo global, y mi hipótesis es que gran parte de las tensiones internas del movimiento se deben a esta ambigüedad de partida. Uno de los rifirrafes recurrentes del 15M es el que se da entre aquellos que defienden un consenso de mínimos y quienes consideran que dicho consenso lo es más bien de ínfimos. Estas diferencias resultaron, por ejemplo, en la creación en la acampada de Sol de dos comisiones de política: corto plazo y largo plazo. No obstante creo que en todas estas divisiones hay un error categorial: no se trata de mínimos frente a máximos, ni de corto frente a largo plazo, sino de medidas locales y de medidas globales.
          Echemos un vistazo a las propuestas recurrentes de mínimos: reforma de la ley electoral, reforma del Senado, separación de poderes, leyes de transparencia y regeneración democrática. Dichas medidas claramente se refieren a la democracia española.
          Por otra parte, algunas de las medidas mal llamadas (según vengo defendiendo aquí) "a largo plazo" se refieren a la democracia global: eliminación de los paraísos fiscales, implantación de una tasa Tobin a las transacciones financieras, independencia del poder político nacional respecto a organismos internacionales como el FMI... Es inútil exigirle estas reformas al gobierno de España, pues se trata de medidas que solo pueden ser adoptadas por organismos internacionales.

          No sé si influido por uno de los lemas de la generación X, que considero la mía, "piensa globalmente, actúa localmente", o porque parece más fácil que se implanten dichas medidas, considero que tal vez en un primer momento (y esto haría relevante la división categorial corto/largo plazo) habría que centrarse en las medidas locales. Pero tanto las medidas locales como las globales son igualmente mínimas porque se trata de medidas formales y no de contenido, se refieren a las condiciones de posibilidad de una auténtica democracia y no a concreciones particulares acerca de la mejor forma de gobernar dicha democracia. Se trata de medidas destinadas a separar los poderes, pero no los tres poderes tradicionales, sino a estos frente a un cuarto poder, el económico. Las cosas han cambiado desde Locke y Montesquieu, y no hay auténtica democracia sin independencia de los gobiernos respecto al poder económico, tanto a nivel local como global. Debido a la mundialización no existe la soberanía nacional plena, los Estados han perdido su autonomía. Los países del tercer mundo llevan sufriendo este fenómeno desde el principio, ahora le ha tocado a los países del primer mundo.
          De este modo, si de lo que se trata es de recuperar plenamente nuestra autonomía ciudadana, las medidas locales son condición necesaria para ello pero no suficiente, y otro tanto puede decirse de las medidas globales y por eso la revolución será global o no será.

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