domingo, 17 de junio de 2012

El franquismo sistémico de nuestra democracia

          "Lo llaman democracia y no lo es, es una dictadura eso es." Más de una vez he coreado esta consigna en una manifestación, pero solo en parte estoy de acuerdo con ella. Desde luego no creo que vivamos en una dictadura (y creo que defender lo contrario es un insulto para quienes sí lo hacen o lo han hecho), pero es innegable que nuestra democracia es muy imperfecta, y creo que esto se debe a que nuestro país conserva  casi intacta una parte de la herencia franquista. No me estoy refiriendo al Rey (soy republicano, pero la monarquía me parece el menor de nuestros problemas a día de hoy), a los límites a la libertad de expresión (existe una amplia libertad de expresión, casos vergonzantes como el del juicio a Javier Krahe son la excepción y no la regla), a la exigua separación de poderes o al limitado pluralismo político (amparado por una ley electoral injusta, entre otras cosas). No, creo que en lo que respecta a sus estructuras formales (y la democracia es sobre todo un formalismo) somos una democracia que, aunque mejorable, garantiza nuestros derechos civiles. Pero aunque la democracia sea ante todo una estructura, no hay forma sin contenido, y es en la materia que llena los entes democráticos de nuestro país donde perdura el franquismo, en la corrupción institucionalizada que aparece reflejada en La escopeta nacional (en ese Canivell que organiza una cacería para poder hablar con el Ministro y convencerle de que impulse su negocio a base de Decreto Ley).
          Gobierno, Ayuntamientos y Comunidades Autónomas son profesionales de la desviación de dinero público a empresas privadas, controladas por los mismos empresarios (o por sus herederos) que jugaban al golf y cazaban con Franco y vivían de su amistad. Aquello que perdura del franquismo es la cultura del codazo, el enchufe, la palmadita en la espalda y el maletín de billetes, como demuestran los casos Filesa, Naseiro, Gürtel, Palma Arena, Campeón, de los EREs falsos... (la lista es inacabable, consúltese mejor este mapa). Tal vez haya habido cierta renovación en la casta política respecto al franquismo, pero no desde luego en cierta casta empresarial. Aquellos acostumbrados a hacer tratos con Franco, pronto abandonaron sus remilgos a la hora de hacerlos con los socialistas aunque "no fueran de los nuestros". O tal vez sí lo eran, porque "los nuestros" en el caso de estos clientes privilegiados del poder político son precisamente quienquiera que tenga el poder (sin duda porque saben que el auténtico poder lo tienen ellos).
          ¿No hay excepciones, "todos" los órganos de gobierno se dejan seducir por el lado oscuro? Sin duda las habrá, pero no deja de ser llamativo que cuando ciudadanos independientes o de partidos no surgidos de la Transición llegan a las instituciones no puedan creer lo que ven (como en el caso del Ayuntamiento de Torrelodones o de concejales y diputados de UPyD y posiblemente de otros partidos que no conozco) y les sorprenda que se dé por hecho que cualquiera con cargo pueda recibir regalos de empresas sin otro motivo que tener dicho cargo. El hecho de que se considere normal recibir regalos y tener ciertos privilegios (coche oficial y chófer para cualquier desplazamiento, por ejemplo) revela una concepción oligárquica del poder y no democrática.
          Al desintegrarse la URSS las empresas estatales pasaron de estar en manos de la Nomenclatura (nunca del pueblo) a estarlo en manos del capo mafioso de turno, al caer el franquismo en España el empresario enchufado del Estado siguió siendo el mismo y se perpetuó su enchufe aunque el poder político cambió de manos. Resultado en ambos casos: dos tejidos empresariales absolutamente ajenos a lo que deberían ser las causas del éxito empresarial (innovación, competitividad, productividad) porque de lo que dependió el suyo fue de las relaciones.1 Esa lamentable cultura del "es de los nuestros", "es amigo", de la recomendación, del enchufe, ha sido abolida en la mayor parte de las instituciones salvo en lo que respecta a los asesores y consejeros (en cajas de ahorro, en gobiernos...) y en las licitaciones y adjudicaciones de servicios a empresas privadas.
          ¿Cuál es la solución? Es más, ¿tiene esto solución? Veamos algunas alternativas.
         
          Lo primero es dejar de negar la gravedad del problema. Nada de "la picaresca española", a ver si ahora va a resultar que parecernos a la sociedad corrupta de la España del siglo XVI es bueno. Se llama "corrupción institucionalizada" y es un tremendo lastre para nuestra democracia.
          Lo segundo es dejar de confiar en que los partidos que surgieron de la Transición van a enmendarse y renovarse. No lo han hecho hasta ahora, ¿cuántas veces más han de decepcionarnos para que perdamos la fe? ¿O acaso se trata de una fe ciega? Si es así obviamente es inútil cuanto llevo escrito, de lo contrario #NoLesVotes (y me refiero a cualquier partido2 con consejeros en medios de comunicación y cajas de ahorros o casos de corrupción e imputados en sus listas).
          Lo tercero es que los ciudadanos ajenos a la partitocracia de la Transición tomemos el poder, mediante los cauces institucionales adecuados, como en el inspirador caso del Ayuntamiento de Torrelodones (que está en superávit solo reduciendo gastos superfluos), concurriendo a las elecciones como agrupaciones independientes o en nuevos partidos (ningún partido podría ser "del 15M", pero sí podría haber un partido con "miembros del 15M" y que por tanto atendiera, cabe esperar, a gran parte de sus reivindicaciones).
          Por fin, en cuarto lugar, si uno no estuviera dispuesto, o no pudiera, o creyera que no debe, o sintiera que no sabe cómo participar activamente en política, siempre puede votar a partidos nuevos formados (de momento) por ciudadanos que están ahí más bien contra sus propios intereses que por interés, con vocación de servicio público más que para servirse de lo público. Alguno ya está en las instituciones como UPyD3 flipando en colores con lo que se encuentra, otros, como EQUO3, es indispensable que lleguen a estarlo. ¿No llegaran estos partidos a pudrirse también? ¿Cuánto tiempo pasará antes de que militar en estos partidos deje de ser vocación y esfuerzo y pase a ser una salida profesional? No lo sé, y es probable que estos partidos se corrompan también, habrá entonces que crear otros nuevos, la estabilidad a costa de la corrupción no compensa y la Historia va demostrando que el poder corrompe, con que intentemos que el poder sea de plazos cortos, que parece que entonces corrompe algo menos.


1 Me refiero a grandes empresas, no a PYMES, y no me cabe duda de que hay excepciones, este problema se da sobre todo en empresas constructoras que en realidad funcionan como ETTs al servicio de las instituciones nutriéndolas de empleados en forma de subcontrata.

2 Estoy convencido de que la inmensa mayoría de los militantes de los partidos políticos lo hacen por vocación y amor a su país, el problema es que la cultura del "aurea mediocritas" encumbra a los trepas a los puestos de mayor responsabilidad, pues son la ambición y el atrevimiento del mediocre, ignorante de su condición, el mejor acicate para trepar en el escalafón y hacer carrera política.

3 Es cierto que hay políticos "de toda la vida" en estos partidos, como Rosa Díez o Inés Sabanés y Reyes Montiel. Por desgracia (aunque estas dos últimas coincide que son de mis políticas favoritas) es la única forma de que estos partidos sean visibles, ya que por sí mismos no son noticia, pero sí sus líderes (hagamos una encuesta a ver cuántas personas conocen UPyD y cuántas "el partido de Rosa Díez"). Sin embargo, la abrumadora mayoría de los afiliados a estos partidos no son ex de otros partidos, sino ciudadanos concienciados.

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