viernes, 29 de marzo de 2013

Del neoliberalismo al neofeudalismo

De la indignación a la ira
          Querría analizar en este artículo un fenómeno que me preocupa seriamente: la legitimación de casi cualquier acto siempre que se tenga por una reacción de protesta ante lo que se perciba como injusticia social, dando ya igual su encaje o no en formas democráticas. Hemos pasado en dos años de un tipo de protesta escrupulosamente respetuosa con los principios de la democracia (aunque no lo fuera siempre con la ley, haciendo uso de una desobediencia civil pasiva, y por tanto legítima diría yo) propia del 15M, a los escraches, de la indignación a la ira.
          La indignación es un sentimiento moral, esto es, sentirla constituye en sí mismo hacer un juicio moral, y por eso busca ser compartida. La indignación es un sentimiento objetivable, cabe dar razones de él, si algo es indignante es que cualquiera debería indignarse por ello. Si algo indigna es que es injusto. En este sentido, la indignación es política y puede manifestarse conforme a cauces de protesta que pertenecen a la esfera pública, a la vita activa. La ira, no obstante, es prepolítica, es sentimiento puro, podemos localizar sus causas, pero ello no implica que reaccionemos a su vez con ira. La ira no puede ser objetivada, es inherentemente subjetiva. Por eso la indignación genera en todo caso rebelión, pero no por ello violencia, porque es la ira la que pertenece al mundo de la ley del más fuerte, al estado de naturaleza, esto es, a lo prepolítico, a la acción directa, a la esfera privada.
          Algunos contemplarán este panorama con ilusión y esperanza, no es mi caso. No es que no me afecte lo que conduce a esa ira, entiendo que los escraches tengan lugar. Lo que me resulta extraño y me inquieta no es que se comprendan, sino que tantos los justifiquen, que la mayor parte de artículos que leo los legitimen. Y eso me preocupa porque me parece un signo de escasa salud democrática, esto es, me hace temer que no estemos viviendo los tiempos que yo creía estar viviendo de reconstrucción de la democracia, o mejor, de la definitiva democratización de este país, sino los últimos estertores de un moribundo.
 
De raíz social
          Dentro de mi estupor habría que incluir, aparte de la batería de artículos celebrando los escraches (no tanto los propios escraches, insisto) esta surrealista conversación del diputado Alberto Garzón en Twitter:

 
          Lo primero es pedirles que se abstengan de llegar a la conclusión "IU es fascista" (Garzón dice explícitamente que no ve a ninguna falange buena y Twitter es Twitter) porque obviamente no es así (aunque considero que el pacto en Ardales es injustificable), y además no es ese el tema de este artículo, sino el tipo de argumentación que lleva a justificar actos como pactar con Falange Auténtica o los escraches, a saber, que son "de raíz social".
          En primer lugar me sorprende la ignorancia del diputado Alberto Garzón respecto a los orígenes históricos de los distintos fascismos, porque ninguno en ningún caso fue un movimiento que surgiese de las élites políticas sino que todos fueron de "raíz social" (y militar), todos demandaban justicia social frente al orden burgués, nacionalización de la economía frente al liberalismo explotador y acción directa frente a unas instituciones políticas caducas (¿no resulta aterrador que nos suene hoy familiar este discurso?). He aquí, por ejemplo, un fragmento del manifiesto fundacional de Falange:
          El Estado liberal vino a depararnos la esclavitud económica, porque a los obreros, con trágico sarcasmo, se les decía: "Sois libres de trabajar lo que queráis; nadie puede compeleros a que aceptéis unas u otras condiciones; ahora bien: como nosotros somos los ricos, os ofrecemos las condiciones que nos parecen; vosotros, ciudadanos libres, si no queréis, no estáis obligados a aceptarlas; pero vosotros, ciudadanos pobres, si no aceptáis las condiciones que nosotros os impongamos, moriréis de hambre, rodeados de la máxima dignidad liberal".
 
          Dictaduras muy posteriores al fascismo clásico, como las de Pinochet o Videla en países de América Latina, sí que surgieron de las élites económicas (y aplicaron al dedillo el manual friedmaniano del neoliberalismo), también lo hizo la dictadura franquista, pero precisamente el franquismo es lo que distingue a Falange Auténtica de Falange Española: esta segunda surge de la unificación (obligatoria) de fascistas, carlistas, monárquicos y demás variantes de la derecha española en un partido único al servicio de Franco (que realmente carecía de ideología y asume la de Falange para llenar su vacío teórico, no era más que un dictador conservador y católico que estaba encantado de que le hubieran quitado de en medio a José Antonio Primo de Rivera). En definitiva, negar la "raíz social" del fascismo es vivir fuera de la realidad, y por si alguien leyera esto entendiéndolo justo al revés, la conclusión a la que pretendo llegar no es que algún falangismo sea bueno (como le ocurre a Garzón, creo, por tener que justificar lo injustificable), sino que "ser de raíz social" no sería bueno en sí mismo (esta afirmación, aprendo por un amigo, a cambio de evitarme ser tenido por fascista, parece ser que me convierte en demófobo, así será).
          El caso es que lo que me preocupa, por la salud de la democracia, es precisamente esta justificación de la violación de los procedimientos democráticos, la legitimación de la acción directa, amparándose en el efecto "demanda social" o en un estado de extrema urgencia o alarma social, porque eso es precisamente no entender (o entenderlo demasiado bien, tal vez) que la democracia es más que nada un procedimiento. Y me preocupa porque precisamente en la desconfianza, cuando no el odio, hacia los procedimientos democráticos es por donde se nos cuela el fascismo, porque afortunadamente otro componente fundamental del fascismo como sería la xenofobia parece no estar suficientemente arraigado en la sociedad española (salvo en algunas zonas donde viene excitándose durante años como en Cataluña, y por ello obtienen alcaldías partidos xenófobos), sí está presente, por desgracia, en el gobierno, como demuestra la infamante exclusión de la sanidad pública de los inmigrantes sin papeles (esto sí merecedor de desobediencia civil por parte del personal sanitario).
 
Las causas de la ira (de raíz social)
          Ante hechos preocupantes como los que aquí señalo, cabe dar distintas respuestas. Una de ellas, la que sistemáticamente da este gobierno, es la pura y simple represión. El caso de los escraches no va a ser una excepción, pero yo sigo defendiendo (contra todos, me temo) que los escraches son muy posiblemente legales aunque ilegítimos (y no al revés como quieren los medios de la izquierda, o ni legales ni legítimos como quieren los medios de la derecha). Otra respuesta, la que personalmente asumo, es indagar en las causas de la ira, porque considero que de corregirlas es de lo que depende la salud de nuestra democracia, y creo además que es posible hacerlo (me temo que no con este gobierno, aunque tampoco ahondando en la propia ira).
          Considero que la democracia española (y puede que no solo ella), que de entrada era insuficiente, se ha ido degradando entre otras cosas por la presión de los dictados de la economía neoliberal (aquella que busca adelgazar la intervención del Estado en los asuntos públicos hasta el extremo de su anorexia) llegando a resucitar ciertos aspectos propios de una sociedad feudal. Esto no quiere decir que vivamos en una sociedad estamental propia del Medievo, pero sí que ciertos logros que generaron paz social corrigiendo el sistema de clases en su versión decimonónica han sido o están siendo eliminados o reestructurados poniendo en grave riesgo la principal ventaja del modo de producción capitalista frente al absolutista (y a cualesquiera otros modos de producción previos): la posibilidad (no digo probabilidad) de ascender en la escala social gracias al mérito y al esfuerzo.
 
Características principales del neofeudalismo
          He empleado en el párrafo anterior el concepto "modo de producción" que pertenece al pensamiento marxista. Voy a emplear bastantes términos pertenecientes al análisis materialista de la realidad social de Marx, porque precisamente a él le correspondió analizar una sociedad que había abolido los estamentos de iure, pero no de facto, y algo así nos viene ocurriendo en los últimos tiempos (¡hala lo que he dicho!). Tres son las características de la sociedad actual que me permiten hablar de neofeudalismo:
 
          1/ La inexistencia de movilidad social. La diferencia fundamental entre la sociedad estamental de la Edad Media y la sociedad de clases es que esta última permite la movilidad social: alguien que pertenezca a la clase alta puede acabar por su mala cabeza (o la mala suerte) perteneciendo a la clase baja, y alguien de la clase baja podría por sus propios méritos (o la buena suerte) llegar a pertenecer a la clase alta. En la sociedad estamental nacer en la nobleza supone morir siendo noble, y otro tanto si uno es plebeyo, en la sociedad de clases la familia en que uno nace supone la clase social de partida, pero no forzosamente la de llegada, cabe ascender en la escala social. En teoría. De hecho, me temo, no es así, a día de hoy el ascenso en la escala social o bien no ocurre, o constituye una proeza o no se da por los cauces previstos (los únicos talentos que permiten ascender son los méritos deportivos, la participación en un reality show o la pertenencia a un partido político mayoritario). Si miramos a Francia, en estos términos es como cabe entender el odio de los inmigrantes de tercera generación a la República Francesa que presuntamente les ha dado cobijo, esa generación de franceses de origen extranjero se siente absolutamente desarraigada y engañada: sus abuelos emigraron y desempeñaron penosas tareas sin posibilidad de ascender en la escala social a causa del idioma, sus padres ya habían sido educados en la Escuela de la República, ya eran franceses, pero siguieron ocupando el mismo lugar que sus abuelos en la escala social a pesar de sus anhelos de integración, y ellos, sus hijos, renuncian a una integración que saben imposible. ¿No ocurre lo mismo en España? ¿No trata el Partido Popular de generar dos sistemas educativos paralelos ajustados a distintas clases sociales, de dificultar el acceso a la universidad a aquellos que pertenezcan a la clase baja?
          En el esquema que elabora Marx de la sociedad capitalista del siglo XIX hay que distinguir entre dos clases: la clase dominante (burguesía) y la clase dominada (proletariado). A pesar de tratarse de un sistema de clases, no existe movilidad social en la sociedad que Marx describe, porque la propiedad, el capital (que es el principal factor que permite ascender socialmente) está en manos de la clase dominante y los miembros de la clase dominada reciben tan solo un salario suficiente para su subsistencia, con lo que no pueden prosperar, entre otra cosas porque no existen mecanismos igualadores que corrijan las desventajas del punto de partida (que dependen tan solo de la clase de nacimiento, algo absolutamente ajeno al mérito o demérito personal). Hay que tener por logros de la lucha de clases los llamados derechos de segunda generación, los económicos, sociales y culturales (de los artículos 22 a 27 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, seguridad social, educación pública gratuita y universal, subsidio de desempleo...) que son la garantía de una auténtica igualdad de oportunidades, que es lo que hace posible el ascenso en la escala social. Si los servicios igualadores de oportunidades se degradan (y eso viene ocurriendo en nuestra sociedad desde hace bastantes años) se hace imposible la movilidad social. Por ejemplo, sin ayudas a la dependencia, ¿quién tendrá que abandonar los estudios, quien tenga que dedicar la mayor parte de su tiempo a cuidar de su padre enfermo o quien pueda contratar a alguien que lo haga? Y es que la Escuela Pública es el mayor igualador de oportunidades, el mayor motor del ascenso social, y por ello la mayor batalla por la igualdad se libra en este campo: devolver a la Escuela Pública su prestigio (escamoteado ilegítimamente calumniando a su alumnado y su profesorado, a este último usando como ejemplo ¡a aquellos profesores que suspenden las oposiciones!, o sea, a aquellos que en su mayor parte acaban ejerciendo en el sistema educativo privado).
          En cualquier caso, la percepción de que la movilidad social es, o se está haciendo, o se trata de hacer, imposible, explicaría muy bien por qué no existe confianza en los cauces democráticos de cambio social y político: porque de hecho se comprueba en el día a día que dichos cauces, en lo que respecta a la movilidad social, son principios declarados pero no materializados.
 
          2/ La desaparición de la clase media.  Yo no me sentía en absoluto proletariado, pero cada vez me siento menos clase media y desde luego no estoy acercándome a la clase alta. En la sociedad a la que pertenecemos, la posibilidad de pasar del estrato social más bajo al más alto mediante la educación era más o menos irreal, pero desde la clase baja sí cabía pasar a formar parte de una borrosa, amplia y mayoritaria clase media en la que se vivía muy bien (mejor que en algunas clases altas de otras sociedades o épocas anteriores). Mi alumno de familia muy humilde que con esfuerzo y tesón lograba sacar sus estudios adelante con todo en contra no albergaba la esperanza de llegar a lo más alto, pero sí por lo menos hacer estudios superiores y lograr un empleo que le permitiera dar el salto a una vida bastante mejor que la de sus padres.  Esto ya no es así o va camino de dejar de serlo. En primer lugar porque, como he defendido más arriba, no funcionan adecuadamente los mecanismos de igualdad de oportunidades, y en segundo lugar porque el poder adquisitivo de las clases medias disminuye drásticamente, acercándose al de las clases bajas (que directamente están siendo relegadas a la pobreza). El ascenso social es imposible porque no hay escalas intermedias entre el primer escalón y el último, la brecha que se abre entre la clase media y la clase alta hace que vaya haciéndose indistinguible la clase media de la baja (a no ser porque, como ya digo, crece la probreza extrema en nuestra sociedad, y no cabe comparar vivir en una clase media empobrecida con vivir en el umbral de la marginalidad).
 
          3/ Reaparición de los privilegios de la clase dominante. Lo que dije algo más arriba no era una boutade, un buen medio de progreso social, independiente del talento personal, es militar en las Juventudes Socialistas o en las Nuevas Generaciones y dedicarle a ello más tiempo que los demás. A la larga podría conducir a una vida de enormes sueldos (que uno mismo se pone a sí mismo), coches oficiales (incluso para ir a la peluquería), exenciones de impuestos, dietas de alojamiento, pensiones vitalicias... Lo que habitualmente se conoce como privilegios. Esto es, a día de hoy existe una auténtica clase dominante por encima de la ley que obliga al resto de ciudadanos a cotizar treinta y cinco años o más, aprobar oposiciones, demostrar su valía en una carrera o una empresa para salir adelante, pero que les permite a ellos salir airosos con solo tener el carnet del partido adecuado en el momento adecuado. ¿Son sangrantes los privilegios de los políticos? Tal vez no en la inmensa mayoría de los casos, pero lo suficiente como para que los cargos públicos electos (y los no electos, esos asesores que multiplican el número de políticos del país) sean percibidos como una clase, y ahí tenemos servida la vuelta a la descripción de la sociedad de clases con el binomio reductor de clase dominante y clase dominada. Si a eso le añadimos la corrupción, la impunidad y el nepotismo... ¿cómo que no existe una casta política?

          En definitiva, una lucha de clases que se había vuelto innecesaria en la mente de la mayoría de las personas, reaparece en muchas de esas mismas mentes porque ven en la lucha su única posibilidad de llegar a ascender socialmente, o de no ser relegados más, y más, y más en la escala social. Nadie en su sano juicio entre Suecia y la URSS se quedaría con la URSS, pero cuando lo que se va materializando es la posibilidad de ser China... ¿a alguien le extraña que algunos vuelvan su mirada al siglo pasado? Una división de clases al estilo clásico acaba generando desprecio por los mecanismos democráticos, en tanto estos acaban percibiéndose como herramientas al servicio, no de los ciudadanos, sino de una clase que vuelve a ser dominante en tanto es imposible llegar a pertenecer a ella. Los próceres del neoliberalismo, que han decidido llamar privilegios a nuestros derechos para desposeernos de muchos de ellos, deberían tener esto en cuenta: su sistema reconvierte a los habitantes de la clase media (mayoritaria) en miembros de un proletariado más o menos clásico, y este emprobrecimiento de la mayoría de la población no carece de consecuencias, por mucho que este empobrecimiento se dé en dosis homeopáticas no puede terminar sin saldarse con una insurrección. Imagino que el neoliberal tiene esto previsto, y para evitarla recurrirá a los instrumentos habituales: propaganda y represión. En fin, el plato del totalitarismo está servido, en la acción del poder y en su reacción.
 
 Combatir el neofeudalismo
          El neofeudalismo NO es un auténtico feudalismo, y por ello genera ira y no indignación, porque se pretende combatir un sistema que no es en su esencia misma injusto como si sí lo fuera, y esto es así porque de hecho funciona como si efectivamente lo fuera, se comporta como si hubiera estamentos pero el caso es que no los hay. Muchos ansían el estallido social que esta percepción genera, yo prefiero grabarme a hierro la lección de la Guerra Civil y huir de situaciones semejantes como de la peste. Si algo caracterizaba la España del 36 era la práctica inexistencia de demócratas (y eso no significa que no existiera un sistema democrático, ojo, la 2ª República lo era): unos poquitos radical-republicanos de derecha, los republicanos de izquierda, una pequeña parte del PSOE, algún anarquista... frente a fascistas, comunistas, la mayor parte de los socialistas, los monárquicos, los carlistas, el ejército, la Iglesia... Creo que a día de hoy vivimos en una democracia bananera, pero más aún que la calidad de nuestra democracia, me preocupa el creciente sentir y pensar antidemocrático de sus ciudadanos. Ya sabemos que a algunos la democracia nunca les entró realmente y la usan a su antojo, como un niño que aprende una palabra nueva y la emplea en todo momento para demostrar que la domina (dejando claro cada vez que no es así), pero a la mayoría sí, y no obstante ahora florecen peregrinas críticas a los procedimientos democráticos como tales (no en su malfunción) creyendo que ello no supone una crítica a la democracia en sí misma. Y por eso insisto en que la democracia no es nada más que un mecanismo, tal vez está tan oxidado que hay que sustituirlo por otro nuevo (como creo que defiende el Partido X) o tal vez basta con cambiar unas piezas, pero creer que puede prescindirse de mecanismo alguno es pensar que puede prescindirse de la democracia misma, y por eso prefiero ponerme del lado de los que quieren reformar o cambiar el sistema desde sus reglas, y no en ausencia de regla alguna.
 
 
 

lunes, 25 de marzo de 2013

Por una ILP libre de escraches


La tragedia de los desahucios
          Empecemos por aquello que es de rigor decir, aquello que NO se discute en este artículo: 1) que la ley hipotecaria española es abusiva (y esto no es una opinión, lo certifica el Tribunal de Justicia de la UE, un ente, por cierto, al que cada uno recurre a conveniencia según le dé o no la razón y que pasa de ser Satán a Jesucristo en cuestión de horas), que las viviendas están sobretasadas por bancos que luego no asumen su responsabilidad en dicha sobretasación, lo cual acaba dejando a muchas familias en la calle y además con una deuda inasumible; y 2) que es necesario darle a las familias hipotecadas, que por causas más allá de su control no son capaces de hacer frente a los pagos de su préstamo, una segunda oportunidad y que para lograr esto son indispensables tanto una ley que permita la dación en pago retroactiva como, casi con toda seguridad, el resto de propuestas de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) presentada por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). Quien esto suscribe está pues a favor de la ILP de la PAH, de hecho mi firma es una de ese más de millón de firmas que se presentaron para que fuera tramitada en el Congreso de los Diputados.
          También estoy a favor de la detención de los lanzamientos hipotecarios mediante medidas de desobediencia civil pasiva, gracias a ello muchas familias han podido seguir en sus hogares, al menos por espacio de unos meses. Considero por tanto que la desobediencia a la ley es legítima cuando dicha ley es injusta o tiránica, esto es, cuando lo que está en juego es la defensa de un derecho fundamental (como en este caso el derecho a la vivienda). Eso sí, ni son iguales todos los actos de desobediencia civil, ni depende de la percepción subjetiva de la ley el que dicha ley no pueda considerarse legítima, ni solo la violencia física es violencia, y hechas estas precisiones reitero mi apoyo a las acciones de desobediencia civil inequívocamente pacíficas en que se desobedece a la ley porque no hacerlo supondría consentir la violación de un derecho fundamental.

¿Es el escrache desobediencia civil legítima?
          El origen de la palabra "escrache" es argentino, el "escrache" sería un método de participación social en un contexto de impunidad, donde no existe la posibilidad de una condena judicial de personas halladas culpables de crímenes contra la Humanidad. Se trataría de una denuncia pública, de un señalamiento en sus domicilios de torturadores y genocidas que han sido absueltos oficialmente. Considero que este tipo de acción no se ajusta a aquellas que se están llevando cabo en España en la actualidad y que por tanto se está pervirtiendo el significado de la palabra y con ello el sentido, objetivo y cualidad moral y política del acto originario, no obstante, me ceñiré al uso que de esa palabra se está haciendo como señalamiento de y presión sobre alguien, en su domicilio, tenido por culpable de que a día de hoy no haya sido aprobada una ley que permita poner fin a la tragedia de los desahucios.

            Son muchos los que defienden que el escrache tal vez sea ilegal, pero es legítimo, paradójicamente creo que es legal pero ilegítimo.
          Debe de ser legal porque no es diferente de lo que llevan años haciendo impunemente empresas como “El cobrador del Frac”, asociaciones como los Testigos de Jehová o compañías de telefonía, gas o electricidad (la diferencia radicaría en el número de gente que practica los escraches, y tal vez en la intensidad, pero no en la invasión de la intimidad que supone).
          Me parece ilegítimo porque no se ajusta a lo que más arriba he descrito como desobediencia civil: primero porque, insisto, probablemente sea legal (sería pues abuso de la ley, no desobediencia), segundo porque no ejercerlo no supone consentir la violación de un derecho fundamental (a diferencia de acciones como la de parar un desahucio), más bien al revés, practicarlo podría suponer una coacción a los representantes de la soberanía nacional (si se trata de informar, es una coacción legítima, si se trata de amedrentar, ilegítima, como trataré de justificar más adelante) y por tanto una violación de derechos fundamentales. Por otra parte, el escrache original no era tampoco un acto de desobediencia civil, pero sí era una acción violenta de baja intensidad (una violencia verbal/moral) pero legítima, porque pretendía ser un mínimo castigo por violaciones manifiestas de derechos fundamentales, era el oprobio, el escarnio público hacia tortudadores y asesinos (qué menos) cuando una ley de punto final los había absuelto desde el punto de vista penal.
          Supongamos que en cambio el escrache no es una acción violenta (de violencia física obviamente no, pero hay otras formas de violencia, ¿o no existen, por ejemplo, el acoso moral o sexual de carácter verbal?), en ese caso no sería una acción coercitiva (aunque eslóganes como “el miedo va a cambiar de bando” parece desmentir esta idea) sino algo así como un piquete informativo. En ese caso, sugeriría que se abordase a los diputados más cerca del ejercicio de sus funciones públicas, y no en sus domicilios privados. Si el escrache es informativo, lo importante es que el diputado llegue a conocer de primera mano la realidad de los desahucios para que empatice y se solidarice, y no que acabe percibiendo como un enemigo que le persigue a quienes sufren en sus carnes los desahucios o quienes dicen actuar en su nombre, ¿no?
          Ciertamente la capacidad de participar de la vida política en España es mínima, pero eso no implica que el escrache sea una forma de participación que ahonde en la democratización del país, más bien al contrario, y eso, una vez más, lo descarta como una forma de desobediencia civil.

¿Es el escrache útil a la causa anti-desahucios?
            Sean las anteriores consideraciones sobre el escrache acertadas o no, lo que es innegable es que el escrache es un medio al servicio de un fin (que se apruebe la mencionada ILP) y no un fin en sí mismo, y si esto es así, entonces sí que hay que estar radicalmente en contra del escrache, pues creo que tiene más posibilidades de cambiar el voto de los diputados para mal que para bien, y si no atengámonos a la realidad de los hechos: ¿Cuál es la reacción que está provocando en sus protagonistas? ¿Más empatía? Insisto, no solo no es útil para la causa, sino que es un grave error, se está poniendo en juego el éxito de la ILP a causa de la incontenible y comprensible indignación de algunos, la rabia de otros, y el matonismo endógeno de unos pocos que siempre gustan de hacer suya cualquier movilización social para hacer amagos de esa revolución suya particular que nunca llevan auténticamente a cabo. Yo pediría a aquellos diputados que consideren que la ILP es buena y debería salir adelante, que por favor voten a favor de ella A PESAR de los escraches, que no se dejen influir por ellos para mal y que juzguen la ley por su contenido, no por el quién ni el como, sino por lo que es. Confío, por el bien de la ILP, que los diputados sepan hacer abstracción de lo que ha rodeado su tramitación, porque la ley está por encima de eso, y voten en conciencia (esto es, sin disciplina de voto si es necesario) porque sencillamente es una buena ley.

¿La ILP no se toca?
         La verdad es que considero que la ILP debería aprobarse tal cual está, pero eso no me conduce a defender que haya que desposeer a los diputados de sus derechos y obligaciones, como  son debatir, modificar y aprobar leyes que luego sancionará el gobierno. Entre otras cosas porque los diputados son los representantes de la soberanía nacional (sean malos o buenos representantes, yo creo que en su mayoría malos), y la ILP es una demanda de gran parte de la ciudadanía, como mínimo de aquellos que la firmaron, pero corresponde a los diputados saber si es buena o no para el país en su conjunto, porque ellos representan al país y no ninguna mayoría social por muy amplia que sea. Millón y medio de firmas queda muy lejos de los millones de votantes del partido con más representación en el Congreso (con una ley electoral injusta, cierto), pero es que aunque hubiera que fiarse de encuestas de opinión (me parecería lamentable legislar a base de encuestas de opinión, y más sabiendo cómo se llevan a cabo) y el 90% de los españoles apoyaran la ILP, aún así interés de la mayoría y bien común seguirían sin ser sinónimos.
            Aristóteles defendía que la bondad de un sistema político no dependía de que gobernaran muchos o unos pocos (disiento en parte), sino de que gobernara quien gobernara lo hiciera en vistas al bien común. Fuera un gobierno de una minoría o de una mayoría, la clave estaría en que no se defendieran intereses particulares, o de lo contrario tendríamos tiranía, oligarquía o demagogia, pero no una sociedad política. Que gobierne una mayoría defendiendo sus intereses como mayoría no es que reine el bien común, sino el interés particular, de muchos, pero particular. Considérese el siguiente ejemplo: sin duda la confiscación de los bienes de los judíos era bueno para los intereses de la mayoría de los alemanes, dado que los judíos apenas representaban un porcentaje mínimo de la población alemana, pero desde luego no representaba dicha acción el bien común, pues el bien de una minoría se veía seriamente menoscabado (por no hablar del mal que supone quebrar el principio de isonomía). Determinar qué es el bien común corresponde a los representantes de la soberanía nacional, y su tarea no puede ser escamoteada por ninguna mayoría (o no tan mayoría) social (a no ser mediante una revolución, y no es el caso) que solo representa sus intereses, aún cuando esos intereses sean los de muchos. Los lobbies, sean de origen humilde o no, civil o empresarial, son grupos de presión que solo se representan a sí mismos, y corresponde a los diputados gestionar el conjunto de los intereses particulares en aras del bien común, y el hecho de que lo hagan pésimamente, o de que algunos se dejen seducir por los intereses particulares de quienes detentan el poder económico, no les quita ese derecho. O sea, que sean malos diputados, como lo son muchos, me temo, no les priva de sus derechos y obligaciones de diputados, y sobre todo no priva al pueblo del derecho a que sus representantes puedan ejercer su labor en libertad, porque si yo voté a un partido confiando en que no haría cosas tales como aprobar una ILP, pongamos, que propusiera instaurar la pena de muerte, ¿dónde quedarían mis derechos si miembros del partido al que voté votaran a favor de esa ley a causa del escrache de los partidarios de la pena de muerte? ¿Por qué habría de pesar más la presión directa en los domicilios de los diputados que la presión indirecta que supone el voto a un partido por su programa electoral?
          ¿Y qué argumento es ese de que no puede tocarse la ILP porque ya es de mínimos? ¿De mínimos para quién? ¿Para los afectados, para los diputados, para el conjunto del país, para el sistema? ¿Y cuáles serían los máximos, la abolición de la propiedad privada? ¿Existen máximos que no constituyan ya toda una agenda política, un programa, ideología? ¿Ha podido la PAH evaluar absolutamente todas las consecuencias para el conjunto del país (no solo para los afectados) de aprobar la ley tal cual está? Tal vez tiene consecuencias nocivas para el interés general que no son capaces de valorar. En el caso de las deudas de los bancos, podríamos haber dejado que estos se hundieran y con ello el Estado habría ahorrado dinero y habríamos minimizado recortes, eso sí, los clientes de dichos bancos (empresas y particulares) se habrían arruinado. Ciertas decisiones requieren una visión de conjunto, nada de fiat iustitia, pereat mundus. Por cierto, que ningún argumento de este tipo justifica que aunque se rescate a las entidades bancarias no se juzgue a los responsables de su quiebra (algo que no está ocurriendo, por desgracia, ¿a ellos, que salen impunes, no se les escrachea?). En el caso de la ILP de la PAH tal vez salvar a algunos nos afectará a todos, pero yo creo que hay que salvarlos, y confío en que una mayoría de diputados pueda llegar a esa conclusión. ¿Pero y si ocurriera que lo mejor para todos fuera aprobar solo dos puntos de dicha ILP? ¿Por qué habría que aprobarla tal cual está? ¿Porque sus promotores la consideran mínima? ¿Y no tienen derecho los diputados a sacar sus propias conclusiones sobre si es mínima o no? ¿Y si llegaran a ampliarla? ¿No sería eso tocarla? ¿Habría que estar entonces en contra de su modificación? No entiendo que se pretenda que no exista debate parlamentario, que se pretenda que la iniciativa legislativa popular pueda y deba sustituir al Parlamento cuando aquella no representa a la soberanía popular y éste, mejor o peor, sí lo hace.

          En conclusión, creo que la ILP de la PAH es una ley que supone un bien común, espero que no sea rechazada finalmente por culpa de la forma en que ha sido defendida su aprobación, lo peor que se puede decir del escrache es que no sirve a los intereses de los afectados por la hipoteca, lástima que sus promotores no hayan sabido (o querido) ver esto, creo que han puesto gravemente en riesgo sus objetivos.


P.S. Los argumentos de este artículo no se ven invalidados por el hecho de que nuestra democracia sea muy imperfecta. Ojalá pudiésemos acudir directamente a nuestros diputados para formularles nuestras peticiones, ojalá fuese más sencillo presentar iniciativas legislativas populares, ojalá pudiésemos obligar a los partidos a cumplir sus programas electorales, ojalá los diputados votasen en conciencia y no bajo disciplina de partido, ojalá todos los corruptos pagasen, ojalá los causantes de la crisis estuvieran en la cárcel… ojalá. Pero no se arregla un mal con otro, no se corrige la falta de democracia con actos dudosamente democráticos.

sábado, 16 de marzo de 2013

¿Por qué la filosofía?

          Ningún amante de la filosofía se ha visto libre de responder a esta pregunta alguna vez, y con cada nueva reforma educativa responderla se va haciendo cada vez más acuciante, porque sistemáticamente el legislador parece no conocer la respuesta ni estar cerca de entenderla.
           El porqué del "por qué". Porque precisamente eso es la filosofía, el porqué de todos los porqués, un rascar en lo profundo de nuestra humanidad, no cabe vivir ajeno al preguntarse. ¿Acerca de qué? De mí mismo, del todo, hasta del propio preguntarse. ¿Qué preguntas se hace el animal? "¿Dónde hay comida, dónde hay un depredador, dónde puedo dormir?" El animal es presente, el ser humano es, como decía Ortega, futurición. Y ese vivir más allá del presente de las necesidades biológicas nos convierte en seres filosóficos. ¿Por qué ese afán entonces del legislador por cercenar la filosofía del cuerpo del saber?
           Porque el legislador no entiende de porqués, solo sabe de "paraqués". Su pregunta es "¿para qué sirve?". El legislador es puro homo faber, necesita de actividades que creen objetos de uso. "¿Qué produce esto? ¿Qué se añade al mundo de las cosas?" -inquiere el legislador. Ha renunciado al discurso y a la acción, a la política, a la vita activa. El legislador ha renunciado a ser legislador... y la filosofía nos lo recuerda, por lo que debe desaparecer para que no quede ningún resquicio por el que pueda colarse la denuncia del escarnio al que el legislador somete a su propia ocupación.
           "¡Ah, pero qué presuntuosos son estos filósofos!" -dice el legislador. ¿Y saben qué? Que tiene razón, en parte. Los filósofos españoles hemos contribuido a cavar nuestra propia tumba. Si el tecnócrata pretende borranos del mapa es porque hemos aceptado gustosos confundir que efectivamente la filosofía sea un saber de segundo orden con que sea una ciencia sin objeto, totalmente ajena a lo mundano. Y peor aún, si somos el arma arrojadiza de "los hunos y los otros" de la dicotomía unamuniana es porque algunos han considerado que su compromiso personal con los hunos o con los otros era el de la filosofía en su conjunto, confundiendo el combate filosófíco contra la ignorancia, el prejuicio y la superstición con sus neurosis personales. La filosofía es esencialmente crítica, sí, pero hay quien confunde la crítica en cuanto capacidad y actitud, esto es, en cuanto filtro de razón que aplicar a aquello que trate de acomodarse en nuestro pensamiento, con la Escuela Crítica, y eso es confundir el todo con la parte. Y si estos errores los cometemos los propios filósofos, ¿qué no hará ese legislador mandarín que nos lleva gobernando desde hace décadas?
          El legislador está harto de preguntas, aborrece el por qué filosófico. Solo quiere respuestas, y cuanto antes. ¿Que este país es incapaz de proporcionarlas? Impórtense. ¡Que inventen ellos! Total, ya importamos todo lo demás... Todo menos ideas, a ellas no parecemos echarlas en falta, ni las tenemos ni las queremos, el yermo intelectual que somos es casi lo único en que todos los españoles estamos de acuerdo, no valemos para eso, resignémonos. Pero esos son los objetos que crea la filosofía, ideas. ¿Quiere objetos el legislador? A ver qué tal estos: "tolerancia", "voluntad general", "prudencia". Son objetos filosóficos, diseños eternos, los crearon con sus manos intelectuales Locke, Rousseau y Aristóteles. Y hay muchos más, y jugar con ellos es saludable para otra cosa que nació un poco antes que la filosofía (¿tendrán algo que ver?): la democracia.
          "¡Acabáramos! Ya están estos filósofos convencidos de que son la reserva espiritual de la democracia." -dice el legislador con sonrisa cínica. Nada más lejos de la realidad. Es una ilusión que la filosofía nos haga demócratas (la lista de filósofos eminentes que no lo han sido es larga), pero nos da razones para ser lo que seamos en lugar de armas o prejuicios, y el mal generado por aquellas siempre es algo menor que el de estas, entre otras cosas porque las razones abren un hueco para nuevas razones mientras que las armas y los prejuicios solo apagan voces. La filosofía sirva al mal o al bien, sirve a la verdad, no hará por sí sola ciudadanos mejores (aunque quiero creer que la filosofía bien enseñada sí lo hace), pero hará personas más inteligentes. ¿Y por qué está tan en entredicho la inteligencia? Eso sí que es democrático, una sociedad de personas inteligentes, autoconscientes, sin prejuicios. Y una sociedad sin prejuicios es una sociedad libre, y por eso no se estudia una filosofía, sino filosofías, y por eso no basta con enseñar a filosofar, sino lo que otros filósofos pensaron antes, fuesen o no demócratas (¿o no se enseña el pensamiento de Hobbes? por ejemplo), porque después de ese recorrido por las distintas filosofías lo que queda son las razones, los objetos que crearon unos y otros, las ideas.
          ¿Por qué la filosofía? Porque es un saber instrumental de alto nivel. Porque cuando hemos aprendido a ordenar las palabras y a ordenar los números, resta aprender a ordenar las razones, a argumentar, a construir un discurso propio. Los alumnos están acostumbrados a verdades reveladas (por sus padres, sus amigos, sus profesores), han renunciado a entender la forma de un argumento, no disntiguen entre verdad y validez. Sólo quieren conclusiones, no indagar en las premisas. Han renunciado a fundamentar, a la justificación, su pregunta es "¿qué quieres oir?". La filosofía trata de poner fin a esa renuncia con sus exasperantes porqués, trata de rescatar al alumno de esta autocomplacencia en la reproductividad técnica del saber, de su dogmatismo relativista. ¿Qué debate público existirá, y de qué calaña, en un país en que no se aprendan estas cosas? Probablemente el que existe a día de hoy en España, el que maman en la televisión en cualquier debate sobre el estado de la Nación o en cualquier tertulia nuestros alumnos, y que convierte en hercúlea la tarea de los profesores de filosofía.
          ¿Por qué la filosofía? Porque toma distancia respecto a lo particular y mediante esa extrema abstracción dota de una visión general a los saberes técnicos. La filosofía no es un toque de alta cultura, sino una perspectiva que hará del filólogo, el historiador o el artista un humanista y del físico, el matemático o el biólogo un científico. La filosofía amplía nuestra visión del mundo, nos distancia del presente, de lo concreto. Sus conocimientos de física habrían hecho de Einstein un gran físico, su perspectiva, su punto de vista, su visión de conjunto hicieron del él un científico revolucionario. La filosofía y la ciencia no se enfrentan, ambas combaten un enemigo común, la ignorancia, y la investigación científica sin perspectiva filosófica tenderá al daltonismo intelectual. Hay una ciencia que resuelve y otra que descubre, y la filosofía es una herramienta al servicio de la segunda. ¿Por qué renunciar a ella? El problema de España, volviendo a Ortega, es y ha sido siempre el de la falta de ciencia.
          ¿Por qué la filosofía? Porque es inherente al ser humano preguntarse, y no hacerlo es conformarse con ser menos de lo que se podría ser. Es vivir con las respuestas sin haberse hecho las preguntas, es vivir sin distancia, sin perspectiva, es presente puro. Es sustituir un instinto natural innato por uno añadido artificialmente. En el puro presente no cabe el progreso, porque el progreso debe medirse mirando al pasado y construyendo el futuro, el presente es resignación. Pero queremos ser China y no Europa, elegimos ser el proletariado, alto y bajo, pero dominado al fin y al cabo, es nuestro puesto, lo asumimos, sin filosofía, "muera la intelectualidad traidora".
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